
Era un típico Viernes en Dhaka, único día libre de la semana, el cual utilizábamos entre otras cosas para reponernos de una semana de mas de 80 horas, curar la resaca o salir de compras.
Como siempre nos levantábamos pasadas las once de la mañana, salir a comer no era nuestra costumbre. Optábamos por quedarnos a comer en casa, ya que habíamos entrenado a Amir para prepararnos "la bandera" (arroz blanco, habichuelas y carne), algo que no podíamos comer de Domingo a Jueves, pues el se levantaba a cocinarnos a las seis de la mañana y prepararnos las habichuelas tomaba un poco de tiempo, además de que no queríamos correr el riesgo de que no se conservaran.
Cualquier plan que tuviéramos tenia que programarse para después de las tres de la tarde, cuando ya todos hubiéramos dormido la siesta. Un día mas que otro nos animábamos a ir de compras por
Bashundhara City; el mall mas grande en todo el sub-continente (si, en pleno Dhaka para nuestra sorpresa), otro a ir al parque a jugar baloncesto con algunos compañeros de trabajo, otro a comprar películas en uno de los tantos locales de DVDs pirateados cercanos a nuestro apartamento y por ultimo, siempre que nos llamaran nuestros amigos hondureños Mario Rosales y Ricardo Fonseca, nos íbamos a jugar billar para luego ir a cenar.
Este preciso día, Mario quería llevarnos a conocer un restaurante japones que vendía cervezas. En Dhaka esto no es nada lejos de un milagro, por lo que la idea nos pareció bien llamativa. Heinekens por el equivalente en pesos a RD$175.00 cada lata, era una ganga.
Llegamos al local sin una idea preconcebido de lo que queríamos para cenar, lo que si sabíamos es que de entrada queríamos una ronda de cinco Heinekens bien frías. No solo estas estaban vestidas de novia, sino que eran servidas al mejor estilo Típico Bonao, en sus jarras recién salidas del congelador.
Si al día siguiente no hubiéramos tenido que trabajar, creo que ninguno de nosotros se hubiera preocupado por comer y en cambio habríamos seguido ordenando cervezas, pero darle alcohol al estomago con este vacío no era una buena idea, mas cuando al día siguiente empezaba otra ardua semana.
Cada quien ordeno alguna que otra variante de Sushi, con algunos vegetales estilo tempura de entrada, pero creo que mas bien la poca creatividad ante un menú tan extenso, se debía a que todos estaban mas preocupados por ingerir cualquier tipo de sólidos con tal de seguir ingiriendo cervezas sin que tuvieran que mermar los sentidos.
Como siempre suele suceder en los grupos de hombres cuando hay alcohol de por medio, uno de nosotros avisto a dos jóvenes extranjeras, de seguro expatriadas como nosotros, que disfrutaban de unas copas de Sake caliente en la barra. No tardaron los comentarios en llegar de parte del resto de los que ocupábamos la mesa.
A medida que iban desapareciendo las inhibiciones con cada lata que se sumaba, solo fue cuestión de tiempo hasta que uno de nosotros tuvo la brillante idea de comprarle otra ronda de Sake a las damas.
Acto seguido, llamamos al camarero que nos atendía y le explicamos que estábamos interesados en brindarle a las damas, otro servicio de lo que ya estaban consumiendo. Este, muy extrañado y sorprendido nos recita de nuevo lo que acabamos de pedirle, como si quisiera asegurarse de haber entendido bien. No entendíamos el por que de su confusión, después de todo, este era un camarero. No puede haber sido la primera vez que unos clientes se le acercaran con tal pedido.
Este se marcha de la mesa y para nuestra sorpresa se aproxima directo a donde se encontraban las damas. Nosotros, siguiendo sus pasos con el rabillo del ojo y tratando de parecer lo mas casuales posibles, casi incrédulos ante la imbecilidad de nuestro camarero, nos preguntábamos por que este había decidido ir donde ellas sin la botella de Sake. Cuando menos, estas eran familia del dueño o lo visitaban a el, pues de otra manera, lo mas lógico hubiera sido llegar donde ellas con la botella en la mano y decirles: "Este servicio es cortesía de los caballeros en aquella mesa".
De las risas que acompañaron todo el preámbulo, el ambiente se torno sobrio desde que nos dimos cuenta de la metida de pata del camarero, pero si pensábamos que lo inverosímil terminaba allí, su respuesta fue aun mas maravillosa.
Este no tardo 15 segundos en retornar a nuestra mesa desde la de las damas. "Que dicen las damas que no están interesadas", todo esto en un local donde obviamente no eran nuestras dos mesas las únicas ocupadas en el restaurante. Todo el que se encontraba a una distancia prudente, pudo escuchar la respuesta de las damas y no hacia falta saber el antecedente a esta respuesta, pues quedaba claro de que nos acababan de rebotar. No seria la primera vez que nos pasara a alguno de nosotros, solo que esta fue la primera vez que de seguro nos lo hicieron en publico.
Con esto, nuestro amigo el camarero se despedía de su propina a la vez que nosotros nos despedíamos de nuestro orgullo.
Ahora bien, cuando nos detuvimos a analizar, no era mucho lo que podíamos pedirle a un hombre en un estado musulmán, donde el cortejar mujeres de seguro no es su fuerte.
Definitivamente, no todas los ritos pueden ejecutarse a la perfección si los involucrados no conoces de estas costumbres.